Vida al Sol en la nieve. Parte 2
¿Quién no ha visto alguna vez imágenes como las que presentábamos en la campaña “No seas animal” pero tras un viaje a la nieve? Además de las lesiones, el Sol es otro de los grandes riesgos que existen en las estaciones de esquí. Pensamos que como hace frío, nos estamos moviendo continuamente y estamos muy abrigados no es posible que las radiaciones UV afecten a la piel. Sabemos que no es cierto.
La incidencia de los rayos UV varía mucho en función de la época del año en la que nos encontremos, la altitud, la latitud y las condiciones climatológicas. En algunos casos, las nubes, dependiendo de su grosor, pueden aumentar la concentración de radiación solar ya que provocan un efecto lupa que hace que lleguen a la Tierra con mayor fuerza. Además, la superficie en la que nos moveremos en las estaciones de esquí ayuda a que los rayos del Sol se reflejen en el suelo actuando a modo de espejo aumentando su potencia. Deberemos tener especial cuidado, igual que ocurre en la playa, en las horas centrales del día cuando el Sol emite mayor cantidad de rayos UVA y UVB.
La piel es el órgano más grande que tenemos en nuestro cuerpo. Además, como un único órgano, todo que afecte a una sola parte de él afectará a su conjunto, de modo que si creemos que la única parte del cuerpo que se puede dañar en la nieve es la cara estaremos muy equivocados. Pensemos que vamos a estar en un lugar con frío, con viento, con calefacción cuando estemos en un lugar cerrado, pensemos que mientras esquiemos estaremos continuamente haciendo esfuerzo físico y sudaremos. Todo esto contribuye a la pérdida de agua del cuerpo en general y de la piel en particular. Cuando esto ocurre la piel empieza a mostrar síntomas como la sequedad, la descamación o la tirantez. Y, por supuesto, lo que pensamos que puede ser un bronceado por causa del Sol puede convertirse en quemaduras de la piel.
Como actuemos en el cuidado de la piel será crucial para mantenerla sana y evitar cualquier daño. El uso de una ropa adecuada que permita la protección frente al frío y la transpiración de la piel harán que tengamos una temperatura adecuada en la nieve y, sobre todo, evitará que se acumule el sudor, síntoma de deshidratación, al mismo tiempo que nos hará estar secos. La higiene corporal permite que las defensas de la piel se mantengan activas. La alimentación es otro de los factores que ayudan a que la piel se mantenga sana y pueda protegerse de los agentes dañinos que puedan afectarle. Podemos ampliar el nivel de protección con un protector oral, como las cápsulas Heliocare Ultra D.
Una vez conocemos los riesgos que pueden tener una mala protección contra el Sol deberemos escoger un buen fotoprotector. Para ello será necesario conocer nuestro fototipo de piel (de más claro a más oscuro), conocer el Índice UV de la estación donde vamos a ir y decidir qué textura de protector solar nos gusta más. Para pasar un tiempo en la nieve, ya sea esquiando o haciendo una ruta de senderismo, es aconsejable un factor de protección alto (SPF), no menos de un factor 50 dependiendo siempre del tipo de piel que tengamos. Por último, será importante saber aplicar el fotoprotector de la manera adecuada.
Durante todo el año se puede disfrutar una Vida al Sol plena y saludable para la piel. ¡Feliz temporada de invierno!