La piel también tiene frío, por Silvia Capafons
Yo pensaba que la mía no. No tengo un cutis especialmente sensible ni que tienda a rojeces, así que no le doy mimos extra en invierno, lo confieso. Pero ninguna piel es mixta, grasa, seca o sensible todo el tiempo: como todo, cambia, es “impermanente” (ahora que se habla tanto del término). Y este invierno, será porque llevo una temporada con más estrés y comiendo peor (a la piel nada de esto le gusta lo más mínimo), tuve que desdecirme del “yo no sé qué es tener la piel sensible”.
Hace poco estuve en una piscina climatizada: con su cloro y su temperatura bien alta. Y al salir, en pleno mes de noviembre, me encontré de cara (y nunca mejor dicho) el frío y el viento en todo su esplendor. Anduve un rato hasta el coche, y cuando entré puse la calefacción con alegría. ¿Y qué pasó? Me miré en el retrovisor (como hago siempre, dispuesta al retoque rápido de make up) y ahí estaban: esas ronchas rojas que había visto en pieles reactivas que, además, picaban. Como además suelo salir a correr, aunque nieve y diluvie, entendí que esto no iba a ir a mejor, y comencé a portarme bien, tirando de amigos expertos en piel y de la cosmética más adecuada. Y aquí os lo cuento.
¿Qué es realmente la piel sensible? La dermatóloga Lorena Bagazgoitia explica en su libro Lo que dice la ciencia sobre el cuidado de la piel que “supone tener malestar en el cutis, a veces acompañado de rojez. Los síntomas pueden desencadenarse por diversos tejidos (textiles), al igual que por diversos climas, como temperaturas muy altas o bajas o climas muy secos; además, en las mujeres, el sexo que más padece la sensibilidad cutánea también influye la menstruación, aunque los desencadenantes por excelencia son los cosméticos”. Se refiere, claro, a los no adecuados.
Diferente a la piel sensible es la irritada, ojo: “Es una piel que tiene ciertas molestias y rojeces, pero no es propiamente sensible o reactiva. La podemos tener cualquiera de nosotros y no se considera una patología”, añade la dermatóloga.
Desde el día de la piscina tengo un cuidado especial con mi piel, seguramente más irritada que sensible, para reforzar la función barrera y que esté fuerte y sana, sin molestias, y voy a contártelo por si eres del 30 % de la población que sufre el problema.
Mi rutina cosmética:
- Limpio rostro y cuello con productos emolientes. Tanto de día como de noche. Nada de jabones (ojo a aquellos que pensáis que el de lagarto de las abuelas sigue siendo la solución, porque es terriblemente astringente y dañino para el cutis). Utilizo o bien aceites desmaquillantes, o leches untuosas o aguas micelares hidratantes, como la nueva Hydractive de Endocare, por lo suave que es y porque contiene niacinamida, que refuerza la barrera cutánea.
- Por la mañana utilizo un sérum que combata las agresiones externas, como la contaminación y los radicales libres, porque todo ello desequilibra mi cutis y lo envejece (¡la polución acelera hasta las manchas!). ¿Habéis probado Endocare Radiance C Ferulic Edafence? Su tecnología está elaborada a partir del extracto de una gramínea que crece en la Antártida capaz de sobrevivir en condiciones extremas, se llama Deschampsia Antarctica.
- Prosigo con una crema (no soy de fluidos en invierno, me gustan las cremas) que tenga una textura rica pero se absorba bien, con complejos hidratantes y emolientes. Ahora estoy usando Endocare Cellage Firming Cream, adoro lo confortable que siento el rostro.
- Protección solar, el all year must. Utilizo SPF 50 todo el año, porque en invierno la radiación solar también es dañina.
- De noche, sérum con ácido hialurónico o retinol. Estos días que noto más sensibilidad estoy espaciando mi retinol porque, aunque es el mejor antiaging que hay, si te pasas puede aumentar la reactividad cutánea. En cambio, usarlo en función de cada necesidad refuerza la dermis. Para eso es ideal Neoretin Discrom Control Serum, porque su concentración de retinol la toleran hasta las pieles más sensibles todo el año.
- Acabo con una crema de textura rica. En el caso de Endocare Cellage Firming Cream la uso de día y de noche, porque hidrata y nutre pero no aporta extra de grasa, y ese acabado no es fácil de encontrar.
Mis tips extra:
- Hay que hidratar con ganas, tantas veces como notes que la piel lo pida. Yo suelo llevar mi crema hidratante en el bolso los días fríos, o aquellos que paso enteros fuera de casa, y aplico cuando noto que lo necesito.
- Evito los tónicos con alcohol, en invierno me irritan y resecan.
- Los peelings, con mesura. Si tienes la piel sensible o reactiva hay que preguntar al dermatólogo qué tipo de peeling conviene, con qué activos y cada cuánto puedes hacértelo. Y con la exfoliación mecánica también tendrás que tener cuidado, tanto en la frecuencia como en la forma de extender el producto, que debe ser suave.
- Como bien: Como me explicó el Leo Cerrud, experto en nutrición y medicina estética, para contrarrestar los rigores invernales en la piel conviene tomar mucha fruta, verdura (ricas en agua), y alimentos que refuercen la barrera del cutis: pescado azul, aceite de oliva virgen extra, frutos secos, etc, así como beber mucha agua.
- Intento evitar el agua muy caliente en la ducha, porque los cambios bruscos de temperatura pueden incrementar las rojeces, la cuperosis o la rosácea; además el frío comprime los vasos sanguíneos y debilita la película protectora de la piel.
¿Y tú, tienes la piel sensible? ¿Cómo la cuidas en invierno?